martes, 16 de enero de 2018

Enrolado.

De cómo la vida te demuestra que no hay línea recta ni verdades enteras. Esto es de cómo la vida te confirma lo increible que es cada día y que las promesas de Dios llegan siempre en el momento indicado y a su manera.

Viajé miles de kilómetros para encontrar lo que hubiese querido ver en una calle bogotana un día cualquiera, en esa época en que sentía que la vida no me quería. Fue lo primero que vi en ese nuevo país, que ya no era tan extraño pues estaba ella, tan llena de olor al país tropical que me vio nacer.

Y siendo ella tan bogotana, que iba a saber yo que iba a tener, esa mezcla latina que encanta,  entre la fría y hermosa sabana.

Allí la vi, tan llena de ideas y de ganas, tan llena de vida y ganas de vivirla. La vi tan mía, así como la quería. Su cara redonda y su pelo hasta la cintura, su olor a bueno, su olor a paz.

Me gusta toda. Me gustan sus ideas, su mirada, lo que piensa, lo que dice, como lo dice, su esencia y hasta su manera de decir no. Me gusta toda, la quiero mía, pero también la quiero de la vida.

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