sábado, 18 de julio de 2015

La cucaracha.

Abriendo la despensa la tuvo de frente, y el temor albergó a ese animal extraño.
Se quedó impávida ante el miedo a la muerte, sin la mirada retadora de otros seres bajos.

El pavor cubrió el cuerpo del dueño de la casa, quien no sabía que el espacio era compartido.
El miedo sin argumentos lo obligó a escapar, pero el animal también voló en busca de refugio.

Al final el desespero de la vida hacía huir del destino, pero la plaga sólo quería sobrevivir.
Por su parte este hombre era el perdedor, pues ante lo diminuto oraba tranquilidad.

No era la vida la que lo agobiaba, su cuerpo estaba cubierto por problemas mayores.
Era el temor a perder su comodidad y el conocimiento prematuro de la suciedad de su alma.

viernes, 17 de julio de 2015

La pestaña.

A través del espejo la contemplé bajo mis ojos, y como en un juego de niños recordé el pasado.
Trataba de descubrir en qué lado se posaba, pero el cansancio me engañaba como lo hacía el destino.

Aproveché el momento para adivinar mi camino, preguntándole a mi alma si en verdad me quería.
Izquierda o derecha, no sabía su ubicación, en qué lugar yacía la pestaña de mi acertijo.

Sólo pude entrever que las dudas me agobiaban, y no sabía si el egoísmo definía mi ser.
Era ese que iba por la vida sin querer a nadie, ese al que la soledad le componía los espacios.

Aquella pestaña sufrió de desconsuelo, pues ni su dueño descubrió el lugar esperado.
Sus dedos sufrieron de arrogancia, prefirieron la madurez del sueño, antes que caer en picardías de niños.